Reseña de PowerWash Simulator 2: El arte de saber cuándo dejar las cosas como están
La secuela de uno de los éxitos más inesperados en el mundo de los videojuegos no reinventa la rueda, ni, mejor dicho, la manguera. PowerWash Simulator 2 es un estudio de la moderación: añade, pule y corrige, pero sin excederse. El resultado es una secuela que respeta la esencia relajante del original, a la vez que introduce los trucos necesarios para mantener la satisfacción del ritual de lavar la suciedad hasta el olvido.
La reseña de Rachel Weber en IGN lo presenta como una secuela excepcional que comprende la peculiar devoción de su público. Para los jugadores que pasaron cientos de horas limpiando silenciosamente el barro de los patios de recreo o el hollín de los tejados, los cambios se sentirán menos como mejoras y más como una reorganización meditada del mismo espacio apacible.
“La gran novedad de la secuela son los nuevos trabajos de limpieza que tendrás que completar, y no decepcionan”, escribe Weber. “Hay vehículos como un scooter de movilidad o un coche decorado con un perro; hay edificios como quioscos de música, baños públicos y mansiones; e incluso hay nuevos trabajos de varias etapas en los que tendrás que limpiar una parte específica del mapa para revelar una nueva área”. — Rachel Weber
El atractivo de PowerWash Simulator siempre ha residido en la repetición: el ritmo de la pulverización, la gradual revelación del brillo bajo la suciedad, la silenciosa conclusión cuando desaparece la última mancha. Es un eco digital del trabajo manual: poco ambicioso, sin prisas y extrañamente realista. La secuela no altera eso. Lo que cambia, en cambio, son los detalles de la comodidad. El jabón, antes un recurso limitado y específico para superficies, ahora es universal e ilimitado. Herramientas como la plataforma elevadora y el equipo de rappel eliminan pequeñas irritaciones sin interrumpir el ritual táctil de la limpieza. Y un nuevo sistema de seguimiento resalta las últimas manchas de suciedad persistente: una pequeña ayuda para quienes perdieron horas buscando un porcentaje faltante en la pared del patio de la escuela.
La diferencia es sutil pero inconfundible. La fricción del primer juego —las pequeñas ineficiencias, la escasez de recursos, la necesidad de subirse a andamios engorrosos— formaba parte de su encanto, pero también de su limitación. PowerWash Simulator 2 respeta ese encanto, a la vez que suaviza sus asperezas. El ritmo sigue siendo meditativo, pero la experiencia se siente menos limitada por las herramientas. Lo que antes era un ejercicio de paciencia se ha convertido en una expresión de facilidad.
Sería engañoso llamar a todo esto "progresión" en el sentido convencional de los videojuegos. La franquicia aún se niega a medir el éxito en velocidad o precisión. Su satisfacción reside en completar el juego, no en la competencia. El suave silbido del agua, la revelación gradual de color y textura, el delicado ciclo de trabajo y recompensa: todo permanece intacto. La secuela no pide a los jugadores que mejoren, solo que continúen.
Hay una nueva base donde los jugadores pueden decorar su espacio de trabajo con objetos que han limpiado. Hay gatos para acariciar y pequeñas personalizaciones para desbloquear. Pero estas características siguen siendo decorativas, no transformadoras. Weber lo reconoce con un gesto divertido: las mascotas virtuales están bien, dice, pero «a menos que pueda atarles fregonas a los pies, no me interesan cuando estoy ocupada limpiando una valla publicitaria». Es una frase que captura tanto el humor como el absurdo silencioso que le dan carácter a la serie.

El humor persiste, principalmente a través de la escritura incidental del juego. Los mensajes de texto de los clientes se filtran mientras trabajas, contando pequeñas tonterías sobre barrenderos cubiertos de gelatina o estatuas parlantes. La historia se mantiene como una colección de chistes y referencias para los fans interesados, y ruido opcional para quienes no. La limpieza en sí sigue siendo el objetivo.
En ese sentido, PowerWash Simulator 2 revela algo sobre cómo las secuelas pueden madurar. Donde la mayoría de las secuelas intentan amplificar la escala o el espectáculo, esta agudiza su sensación de pequeñez. Los desarrolladores de FuturLab entienden que su público no busca impulso, sino continuidad. La simplicidad del original no era un defecto que corregir, sino una base que mantener. La nueva versión simplemente hace que esa simplicidad sea más fácil de disfrutar.

Los cambios de diseño refuerzan esa comprensión. Un limpiador de superficies giratorio —una herramienta que los conserjes podrían usar para el linóleo al cerrar— ahora pule áreas amplias con silenciosa eficiencia. Los andamios incluyen escaleras integradas. El rappel permite a los jugadores moverse por estructuras altas sin el incómodo arrastre de los niveles anteriores. Cada mejora elimina la fricción, pero ninguna reduce el tiempo. La limpieza sigue siendo lenta, deliberada y completa. La recompensa sigue siendo la paciencia.
Existe una afinidad tácita con el género a veces llamado "juegos acogedores", aunque PowerWash Simulator 2 evita los clichés estéticos que ese término implica. No abruma al jugador con extravagancias ni una calma pastel. Su ritmo es mecánico, casi industrial. La tranquilidad no es sentimental, sino merecida. Cada barandilla pulida y cada letrero reluciente dan fe del buen trabajo realizado.

Incluso en esa quietud, la secuela logra una ligera sensación de expansión. Los entornos se perciben más amplios, los detalles más densos, pero nada se percibe urgente. Weber destaca la incorporación de tareas de varias etapas, donde la limpieza de una zona abre otra. Es una evolución discreta, que añade un ritmo de descubrimiento a la monotonía sin alterar su esencia. En un género donde incluso los pequeños cambios pueden desestabilizar la atmósfera, ese equilibrio es un logro.
El PowerWash Simulator original se convirtió en un éxito inesperado en 2022, pasando de ser una rareza de nicho a una herramienta de relajación de culto. Era un juego basado en un solo verbo: limpiar, y nunca se disculpó por ello. Incentivaba el juego no a través del desafío, sino a través de la perseverancia silenciosa. La reseña anterior de Simon Cardy sobre esa primera entrega lo describió como "innegablemente catártico", un refugio digital contra la sobreestimulación. Ese espíritu sigue intacto.

La fidelidad de la secuela a ese espíritu también puede ser su riesgo discreto. Se niega a buscar la novedad, consciente de que, para su público, la novedad es la rutina misma. En un mercado obsesionado con la reinvención, la mayor declaración de intenciones de PowerWash Simulator 2 es su negativa a cambiar. Es el raro juego cuyo éxito depende de mantenerse inmóvil.
Weber cierra su reseña llamándola:
“Un raro ejemplo de una secuela de un juego especial que sabía exactamente qué modificar y qué dejar intacto”.
Ese juicio parece definitivo. Los pequeños ajustes —el jabón gratis, las sutiles comodidades, las mejores escaleras— importan menos que la confianza para detenerse ahí.
A pesar de su premisa modesta, PowerWash Simulator 2 ofrece una lección que va más allá de sus boquillas. Demuestra que el refinamiento, no la expansión, puede ser su propia forma de ambición. Preservar un ambiente, un ritmo, un silencio, es más difícil de lo que parece.


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