Dying Light: The Beast - Una secuela brutal y familiar con pocas sorpresas
La serie Dying Light de Techland se ha basado durante mucho tiempo en una fórmula simple pero eficaz: mezclar parkour fluido con survival horror cuerpo a cuerpo, y luego situarlo en un escenario de ciudades que se derrumban y enjambres de muertos vivientes. Con Dying Light: The Beast, el estudio vuelve a esa fórmula casi sin cambios, añadiendo únicamente un monstruoso sistema de transformación para agitar las cosas. El resultado es una secuela a menudo entretenida, en ocasiones sorprendente, pero en última instancia familiar, tanto en lo reconfortante como en lo predecible.
En su crítica para IGN, Travis Northup describió La Bestia como "una secuela tontorrona y sangrienta con un giro monstruoso que no hace mucho más para mezclar las cosas". A lo largo de más de 40 horas de saltos por los tejados, peleas de zombis y búsqueda de tesoros en el campo, el juego le pareció divertido, aunque sus innovaciones fueron escasas y poco frecuentes.

La historia retoma a Kyle Crane, ahora mutado en un híbrido mitad humano, mitad bestia, tras una serie de truculentos sucesos. Esta configuración le otorga poderes sobrehumanos: saltar enormes distancias, soltar rugidos sónicos que destrozan a los enemigos y, finalmente, transformarse en un imponente luchador similar a Hulk. El marco narrativo es delgado y se centra en una búsqueda de venganza contra un villano predecible, pero Northup señaló que las misiones secundarias y los personajes secundarios a menudo tenían más personalidad que la propia trama principal.
"La Bestia no aporta gran cosa aparte de su mecánica de armatoste", escribió Northup, señalando que, aunque los monstruosos poderes son satisfactorios, están limitados por un medidor de rabia. La mayor parte del tiempo, los jugadores siguen dependiendo de las clásicas armas cuerpo a cuerpo y del parkour para sobrevivir. Las principales mejoras del juego se consiguen cazando quimeras, zombis modificados genéticamente cuya sangre otorga a Crane nuevas habilidades. Estas mejoras permiten de todo, desde cargar con los hombros a través de las hordas hasta realizar exageradas maniobras de gancho en el aire.
Los combates contra jefes son el escaparate de estas mecánicas, ya que introducen nuevos tipos de enemigos que acaban incorporándose a los enfrentamientos habituales. Las primeras batallas presentan veloces zombis esqueléticos o depredadores invisibles que acechan a los jugadores en la oscuridad, añadiendo tensión al ritmo familiar de exploración. Más adelante, sin embargo, Northup observó que los beneficios disminuían y aparecían variantes de jefes reciclados para alargar la campaña.
Castor Woods, el nuevo escenario de mundo abierto, combina paisajes rurales con una zona urbana compacta. Es más pequeño que los extensos mapas de juegos anteriores, lo que tiene sentido dado el origen de La Bestia como expansión planeada para Dying Light 2. Northup señaló que la condensación del entorno favorece al juego, ya que elimina los tramos vacíos y, al mismo tiempo, ofrece muchos tejados, pantanos y carreteras abiertas que recorrer. Aunque no es innovador, el diseño garantiza que siempre haya oportunidades para persecuciones caóticas y tensas huidas nocturnas.
El rendimiento técnico es un punto fuerte poco frecuente en la serie. Las entregas anteriores tuvieron problemas de fallos y caídas, pero Northup afirma que la experiencia en PC fue estable, con problemas menores como recortes en el entorno y caídas puntuales. "Aparte de un cuelgue y un poco de pop-in aquí y allá, la experiencia fue bastante fluida", explicó. Esa fiabilidad ayuda a mantener el ritmo rápido del juego, evitando las frustraciones que plagaban las entregas anteriores.

Al final, La Bestia ofrece exactamente lo que esperan los fans de siempre. El sistema de transformación de monstruos es divertido pero limitado, la historia es útil pero olvidable, y los entornos son sólidos pero rara vez sorprendentes. Para aquellos que todavía disfrutan esprintando por los tejados, pateando zombis y sumergiéndose en el caos de la noche, lo último de Techland es otra entrada fiable en una serie de una década de antigüedad.
Como concluye Northup, "Dying Light: The Beast es un entretenido regreso a los tejados y los pozos de carne que tanto me han gustado en la última década. El truco de convertirte en un monstruo aterrador para luchar contra otros monstruos funciona y compensa una historia genérica y un mapa con pocas sorpresas".
Para bien o para mal, esto es más Dying Light, pero más grande, más sangriento y lo bastante monstruoso como para que los jugadores vuelvan.
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